Las principales galampernas comestibles corresponden al género Macrolepiota muy afín al género Lepiota de las que se diferencia no solo por el mayor tamaño sino por disponer en el pie de una anillo muy bien desarrollado, membranoso y móvil.
La más común es la Macrolepiota procera, con la superficie del pie marrón clara o color café con leche desgarrada en finas escamillas e igualmente la superficie del sombrero desgarrada en escamas más o menos concéntricas.
Muy afín al anterior, con pie igualmente tigrado de escamillas marrones la Macrolepiota konradii tiene un sombrero cuya superficie se desgarra en bandas estrelladas en vez de en escamas concéntricas.
La galamperna mamelonada, Macrolepiota mastoidea presenta un porte más delicado, más estilizada con un pie largo y delgado pero de superficie blanca y lisa, sin escamillas, con un sombrero marcado con un saliente o mamelón puntiagudo y su superficie se desgarra de maneras muy diversas que ha dado lugar a crear muchas variedades como la variedad rickenii de pie muy largo, 2 a 3 veces el diámetro del sombrero y algo escamoso
La galamperna semipelada o Macrolepiota excoriata, también de pie liso y sin escamillas, es más propia de bosques mediterráneos y presenta un sombrero muy poco desgarrado en escamas y solo ligeramente abultado en el centro, no propiamente mamelonado.
Por último mencionaremos a la galamperna más peligrosa y considerada tóxica, entre las que son relativamente comunes, hasta ahora M. rachodes pero actualmente pertenece a otro género y se denomina Chlorophyllum rachodes, es de gran porte, sombrero muy fuertemente escamoso, pie poco tigrado, casi liso, pero lo más característico es que la carne de la base del pie se pone rojiza al partir.
Esquema de las principales especies de Macrolepiota
Otro conjunto de galampernas, la mayor parte sin interés culinario por su reducido tamaño, y las demás tóxicas o incluso mortales, son las que pertenecen al género Lepiota que se diferencia de las anteriores fundamentalmente por la falta de un anillo membranoso bien definido y móvil, a lo sumo presentan un anillo muy adherido al pie y más generalmente diversas bandas. Para la diferenciación precisa de las distintas especies es necesario el uso del microscopio
La más común de todas es la lepiota de escudo, Lepiota clypeolaria, una especie muy polimórfica, con muchas variedades, típica de bosques y con esporas muy alargadas.
Muy similar a la anterior, la Lepiota magnispora, no es fácil de diferenciar sin observar sus esporas muy grandes, superiores a las 14 micras de largo, y que en las formas típicas presenta una coloración más amarillenta, tóxica como la anterior.
Algunas especies son de reducido tamaño, con sombrero de menos de 4 cm de diámetro. Una de ellas es la L. subgracilis, especie muy próxima y parecida a la L. clypeolaria, pero de porte más pequeño y esporas igualmente más pequeñas.
Y sin duda la más peligrosa, aunque por suerte no es la más común, la Lepiota brunneoincarnata, es una especie mortal. Tiene unas esporas elipsoidales con extremos redondeados y con unas coloraciones rojizas en sombrero y pie.
La que podríamos considerar como la hermana pequeña de la anterior y tan peligrosa como ella, la L. subincarnata también presenta coloraciones rojizas o vinosas pero su menor tamaño le quita peligrosidad.
La Lepiota aspera (=L. acutesquamosa) es una de las especies de Lepiota tóxicas que alcanza mayores dimensiones muy parecida a las buenas galampernas, Macrolepiota, por su anillo bien definido y membranoso, pero no móvil. Se reconoce fácilmente por sus escamas puntiagudas de donde le viene el nombre.
La mayor parte de las especies de este género Lepiota son de reducidas dimensiones y muchas de ellas con esporas espolonadas, algo así como miniaturas de las galampernas y por tanto, aunque la mayor parte sean tóxicas no son usualmente consumidas. Una de las pequeñas lepiotas más comunes es la L. castanea, de un bonito color marrón rojizo en sombrero y en las escamas del pie.
Mucho más rara la L. grangei se caracteriza por los colores verdosos que se observan en el sombrero y en la base del pie.
Igualmente la L. cristata que recuerda mucho a las primeras especies descritas, pero en miniatura y en este caso con un penetrante olor desagradable como el que emiten los cuescos de lobo del género Scleroderma
Y terminaremos esta breve visión de las galampernas con la L. erminea (= L. alba), que contrasta con el resto por su sombrero muy poco escamoso, blanco o un poco ocráceo en el centro, posiblemente tóxica como sus compañeras.